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Mujeres al frente de la crisis del COVID-19

Escrito por Rachel Jones para National Geographic


Enfrentan las consecuencias directas de la crisis, son mayoría en las instituciones sanitarias a nivel global pero no muchas ocupan puestos de jerarquía. ¿Podrá revertirse esta situación?

A mediados de mayo, Emma Robbins se subió a un avión privado en Van Nuys, California, con otros dos pasajeros: el actor ganador de un Premio de la Academia Sean Penn y el reconocido director de video y cine Sam Bayer. Penn y Bayer se dirigían a la Nación Navajo con motivo de una reunión con el presidente Jonathan Nez para discutir cómo la organización de ayuda humanitaria de Penn, Community Organized Relief Effort (CORE), podría brindar asistencia y pruebas COVID-19 a la reserva durante la pandemia. Invitaron a Robbins para que se sumara.


La artista y activista comunitaria de 33 años estuvo a punto de rechazar la invitación que le hicieron con poco tiempo de anticipación: tenía mucho trabajo en su oficina de Los Ángeles. Pero no podía dejar pasar la oportunidad de hacer una escapada al lugar donde creció y donde se desempeña como directora del Navajo Water Project de DigDeep, una organización sin fines de lucro que busca expandir el acceso al agua potable en los Estados Unidos.

Un tercio de las personas que viven en la Nación Navajo carecen de agua potable y tuberías internas, una situación de salud pública muy delicada, agravada ahora por la pandemia del coronavirus. La semana en que Robbins realizó el viaje acompañada de celebridades, las cifras de contagios en la reserva superaron las de Nueva York y Nueva Jersey, y se convirtieron en las más altas de la nación. El gobierno federal ha destinado 600 millones de dólares para la Nación Navajo en la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus (CARES, por sus siglas en inglés).

"Todos opinan sobre qué hacer con el dinero", dice Robbins. “Pero, ¿por qué tenemos esta tasa de infectados tan alta? Porque no hay acceso a agua potable. La gente tiene que viajar y lavarse las manos, y así no es posible mantener la higiene. Es una situación muy estresante para estas personas. Sabía que si participaba, lograría un cambio”.

El enfoque práctico de Robbins para luchar contra la COVID-19 refleja el de muchas mujeres de todo el mundo que se comprometen y trabajan para hacer frente a la pandemia. Ya sea como trabajadoras de la salud de primera línea, enfermeras en hogares de ancianos o activistas comunitarias, las mujeres están dedicando largas horas para lidiar con las consecuencias de la COVID-19, mientras hacen malabares con sus propias responsabilidades familiares durante la pandemia. 

Sin embargo, cuando se trata de tomar decisiones y ocupar puestos de liderazgo durante esta emergencia, existe una clara desventaja para las mujeres. Los datos de la Organización Mundial de la Salud estiman que, si bien las mujeres representan el 70% del personal de salud en todo el mundo, solo ocupan el 25% de los puestos de liderazgo. En febrero apareció una foto de la Comisión Especial de la Casa Blanca sobre el Coronavirus, liderada por el Vicepresidente Mike Pence, que provocó una gran polémica porque mostraba solo hombres.


En una variedad de ámbitos de atención sanitaria, las mujeres han notado que la crisis de la COVID-19 puede representar un escenario donde pueden actuar como líderes. Si hay más mujeres dirigiendo las políticas de salud global y la respuesta a emergencias, el cambio será positivo, sin dudas, sostiene Winnie Byanyima, directora ejecutiva del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH / SIDA (ONU SIDA).


“Las personas que han estado históricamente excluidas pueden transformar una situación, porque aportan nuevas perspectivas, nuevos problemas y nuevas necesidades", explica Byanyima, una ugandesa que se ha pasado la vida superando obstáculos. Obtuvo un título de ingeniería aeroespacial y trabajó para Uganda Airlines antes de unirse al Ejército de Resistencia Nacional en su lucha para derrocar al entonces presidente de Uganda, Milton Obote. Más tarde se desempeñó como directora ejecutiva de OxFam International.


Tras décadas de activismo político, Byanyima se ganó uno de los primeros puestos de liderazgo en salud a nivel mundial. "Mi historia es como la de muchas otras mujeres de países pobres, que deben enfrentar una crisis tras otra. Te pones de pie porque crees que puedes encontrar una respuesta. Te organizas y buscas una solución. Así es como llegué a ocupar un cargo de liderazgo, siempre queriendo buscar una solución al mayor de los problemas”.


Con respecto a la pandemia de la COVID-19, Byanyima destaca el éxito de los países cuyas líderes son mujeres. Alemania, Noruega y Nueva Zelanda han recibido grandes elogios por la forma en que procedieron con respecto a las pruebas, el rastreo de contactos y la propagación del coronavirus. De hecho, un análisis realizado por el grupo Open Democracy sobre las respuestas frente a la COVID-19 reveló que los países que tienen líderes mujeres han registrado seis veces menos de muertes por COVID-19 que los gobiernos con hombres en los puestos más jerarquizados. Y los gobiernos liderados por mujeres han podido aplanar la curva de contagios y avanzar antes hacia una reapertura segura.


"Jacinda Ardern [primera ministra de Nueva Zelanda], por ejemplo, ha atravesado desafíos enormes: un terremoto, un ataque terrorista, y ahora se enfrenta a la COVID-19”, dice Byanyima. “Pero es digna de admiración porque, en cada caso, actuó con creatividad e inteligencia. Su mirada es siempre empática, transformadora y multifuncional”.

Si bien las investigaciones científicas han confirmado que los hombres tienen más probabilidades de sufrir manifestaciones más graves de COVID-19, las trabajadoras de la salud de primera línea corren un riesgo mucho mayor de contraer la enfermedad que los hombres, afirma Michelle McIsaac. McIsaac es economista y especialista en personal sanitario de la Organización Mundial de la Salud, y lidera el programa sobre género y equidad en el personal sanitario de todo el mundo.


"Se ha dicho que las mujeres son las más perjudicadas ante la escasez de equipos de protección personal o la falta de capacitación sobre cómo usar el equipo de protección individual", expresa McIsaac. Y lo peor es que la mayor parte de los equipos disponibles, incluido el equipo para todo el cuerpo, está diseñado por hombres y no suele adaptarse al cuerpo de las mujeres, ni tiene en cuenta las condiciones menstruales.


Ante la escasa remuneración, los contratos inestables, y la violencia y la agresión contra el personal de la salud en general, las trabajadoras de primera línea se encuentran en una situación mucho más vulnerable. "Esta pandemia ha demostrado que las mujeres enfrentan las consecuencias directas de la crisis, sostiene Roopa Dhatt, quien todavía no se había graduado de médica cuando fundó Women in Global Health para luchar por la equidad de género en los cargos superiores en materia de salud.


Recientemente, Women in Global Health se asoció con Pathfinder International para establecer sedes en Burkina Faso, Etiopía, Níger, Nigeria y Pakistán. "Quién ocupa un puesto de liderazgo, ya sea a nivel nacional o dentro de un hospital, importa no solo desde una perspectiva de género sino desde una perspectiva de diversidad más amplia", sostiene Dhatt. "Las mujeres son necesarias en todos los niveles de los sistemas sanitarios”.


Uno de los principales problemas que enfrenta la organización es la desigualdad existente en la remuneración de las mujeres en el sector de la salud. “Más allá de la imagen heroica de las mujeres en la primera línea de atención sanitaria, hay una realidad que no se conoce: la mitad del trabajo que hacen hoy las mujeres en el sector de la salud no está remunerado, y eso equivale a $ 1,3 billones anuales", explica Dhatt. "Y si consideramos el trabajo social no remunerado, las cifras ascienden a $ 10 billones".


Para promover la igualdad de género y liderazgo es necesario adoptar un enfoque más detallista en la recopilación de datos, según Shirin Heidari, presidenta fundadora de GENDRO, una ONG con sede en Ginebra que lucha por la igualdad de género a través de la investigación académica.


Heidari explica que “los países no recopilan suficientes datos sobre las tasas de infección o mortalidad entre los trabajadores de la salud según el género. Un estudio de los primeros días de la pandemia en China reveló que las trabajadoras de primera línea tienen un mayor riesgo de contraer graves problemas de salud mental, depresión, insomnio, ansiedad; realmente necesitamos entender mejor esta dinámica". 


Las mujeres líderes como Byanyima afirman que, en el transcurso de esta crisis, la presencia femenina en el escenario mundial es fundamental para garantizar que haya equidad en todos los ámbitos a medida que se desarrollan tratamientos médicos y herramientas de prevención.


"Todavía estoy peleando para lograr que, si aparece una vacuna, los primeros en ser atendidos sean los trabajadores de salud de primera línea", comenta Byanyima. "No puede ocurrir que pueda vacunarse un niño rico en Reino Unido y que un trabajador de primera línea en Burkina Faso quede en lista de espera porque su país es pobre. Eso es una injusticia atroz”.


A veces, luchar contra la injusticia significa aprovechar oportunidades insólitas, como un vuelo en avión privado con estrellas de cine. Cuando Emma Robbins visitó la Nación Navajo y se reunió con su presidente, Jonathan Nez, se involucró totalmente en la conversación, enfatizando la necesidad de acceso a agua potable y tuberías internas en la Nación Navajo. Más tarde, presentó una propuesta para fortalecer la infraestructura utilizando los fondos de la Ley CARES.


Desde abril, DigDeep ha distribuido 262.000 galones de agua embotellada y ha ayudado a 300 familias navajo a obtener agua corriente fría y caliente. A fines de julio, se instalarán unos 300 tanques de almacenamiento de agua.


Robbins explica que “tener un lugar en la mesa hace la diferencia”.

"Es importante que las personas con poder no se olviden de lo que represento, como mujer de Nación Navajo, para estos proyectos y para mi equipo", explica. "Esa es una lección que aprendí de las mujeres de mi familia: cuidar a la comunidad, porque es mucho más que cuidar a las personas: es cuidar nuestra cultura y asegurarnos de que todos puedan progresar”.


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