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La revolución del diseño en ámbitos sociales

Por: Mónica Borray, diseñadora industrial apasionada por el arte y la música


Créditos: Mónica Borray

Actualmente el papel del diseño es cuestionado en proyectos sociales, más específicamente en cómo lleva a cabo una participación activa y directa con el desarrollo y con la transformación social, tanto desde la investigación teórica, como desde la práctica. Esta premisa evidencia la preocupación del diseño por romper con el marco tradicional de tendencias de mercado y ampliar su alcance indagando en campos menos convencionales pero más urgentes.


Siempre he creído que el diseño puede ser mediador entre disciplinas y por ello es vital tomar herramientas prácticas de otros campos del conocimiento para fortalecer y enriquecer el proceso de comprensión del problema o situación a intervenir. Desde mi interés por visibilizar el diseño como una disciplina de intervención social, he indagado en escenarios como la educación popular, la inteligencia emocional, el arte, la etnografía, la investigación acción participante y algunas otras herramientas cualitativas para tener un acercamiento y una comunicación asertiva con las comunidades.


Bajo este marco podríamos hablar de una metodología de innovación que articula el proceso de diseño con diferentes saberes, principalmente con el de las ciencias sociales. En este sentido es importante tener en cuenta una mirada y una postura horizontal, para lograr un diseño participativo y colectivo, donde el usuario deja de ser usuario para ser parte del equipo de trabajo y se desdibuja una posible jerarquización de roles. Con respecto a esto, es vital reflexionar sobre la producción del conocimiento y sobre la producción material (especialmente esta última, pues el resultado de los proyectos de diseño industrial suele ser un producto tangible) para entender que son fruto de un trabajo conjunto y que no se debe monopolizar el saber como pasa muchas veces en proyectos académicos donde la comunidad no tiene ni voz ni voto para decidir qué hacer con el resultado del proyecto o de la investigación, o donde las personas son una simple herramienta para conseguir información. Por el contrario, la metodología contempla a la planificación, a la gestión de recursos, a la ejecución de actividades, a la propuesta de soluciones, etc. como espacios de participación activa y colectiva.


El diseño como una alternativa de procesos de intervención social puede llegar a ser un movimiento innovador por su componente creativo, la red Design for Social Innovation and Sustainability (Diseño para la innovación social y la sostenibilidad) lo tiene muy claro cuando dice que “las escuelas de diseño (y, más en general, todas las universidades orientadas al diseño) pueden orientar sus actividades didácticas y de investigación hacia la innovación social. Es decir, pueden convertirse en laboratorios de diseño donde se generan nuevas visiones, se definen y prueban nuevas herramientas y se inician y apoyan nuevos proyectos”.


El gran reto que tenemos lo diseñadores hoy en día es dar grandes pasos hacia la

r-evolución del diseño y desde diferentes ángulos y perspectivas proponer un diseño activo, que salga de su zona de confort y atienda las problemáticas sociales locales, que incite nuevas formas de pensar desde la creatividad y sensibilidad, que proponga proyectos críticos y populares, que trabajen para las personas y no para el mercado.

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